Dando puntadas
traducción y programación

Traducción y programación

Una historia de amor basada en hechos reales

 

Antes de ir a la universidad, estudié FP. Sí, el instituto al que iban las balas perdidas a hacer tiempo hasta tener edad para trabajar. Pues no, también había gente, como yo, los empollones de la EGB, que decidimos prepararnos para una profesión porque aún no sabíamos si queríamos estudiar una carrera universitaria.

En mi instituto había tres ramas de estudios de FP: administrativo, electricidad y artes gráficas. En esa época, por lo general, las chicas estudiaban administrativo y los chicos electricidad. Si eras administrativa, tenías muchas papeletas para que tu primer amor de la adolescencia fuera un electricista.

Como yo seguía siendo una empollona en el instituto, nunca tuve un novio electricista. Ni de artes gráficas. Simplemente no estaba yo por la labor de ennoviarme.

En el mes del amor por excelencia, me gustaría hablar de dos almas gemelas que, por mucho que intenten separarlas, saben que su destino está unido de por vida.

Nuestras protagonistas son la traducción y la programación.

Ambas especialidades dependen la una de la otra para que un producto pueda funcionar en cualquier lugar del mundo.

Cuando desarrollamos un software, una página web o una aplicación móvil, aunque aún no sepamos si se utilizará otro país, tenemos que tener en cuenta que el código debe permitir la adaptación a distintos idiomas y convenciones lingüísticas. Esa adaptación del código, que recibe el nombre de internacionalización, es un paso previo a la localización de software, que consiste en traducir y adaptar un producto a las convenciones lingüísticas y culturales de un idioma y de un país.

Entre esas adaptaciones, podemos destacar las siguientes:

  • Uso de caracteres especiales dentro de un mismo alfabeto, como å, æ, ã, ö y también nuestra tan querida ñ. Sí, para desarrolladores de otros países, esa grafía que solo existe en nuestro idioma es un carácter especial.
  • Uso de otros alfabetos, como el árabe, el chino, el japonés, el griego o el cirílico.
  • Escritura en distintos sentidos: de izquierda a derecha, de derecha a izquierda o de arriba abajo (algunos idiomas asiáticos se pueden escribir en vertical o en horizontal).
  • Uso de divisas y formatos de precios propios de cada país.
  • Formatos de fecha y hora.
  • Formatos de números de teléfono y de direcciones.
  • Uso de unidades de temperatura distintas.
  • Uso de unidades de medida distintas.
internacionalización de código

La internacionalización, una fase necesaria antes de la localización. Imagen de Jan Cavan.

La internacionalización del código es un paso necesario para poder adaptar una página web o un software a otro país.

Si no tenemos todos estos aspectos en cuenta antes de traducir un software, una tienda en línea o una aplicación móvil, las consecuencias son claras:

  • Hay que retocar el código para poder permitir todas estas adaptaciones.
  • Este cambio en el código implica trabajo adicional de los programadores.
  • Los traductores tardan más en hacer su trabajo.
  • Todos estos retrasos causan costes adicionales y retrasos en el lanzamiento del producto final.

Si el producto no está bien adaptado al país y a la cultura de destino, el usuario no lo percibe igual. Es más, puede sentir que no estás respetando su cultura. Esa percepción negativa por parte del usuario afecta a la imagen de la marca en el país de destino y puede afectar a las ventas del producto en ese país.

Por todos estos motivos, no podemos separar a la programación de la traducción. Son dos figuras clave en el desarrollo de cualquier producto que se quiera vender en otros países.

La traducción y la programación se quieren, se necesitan y están condenadas a estar juntas, por mucho que el fantasma de la reducción de costes se empeñe en separarlas.

En cuanto a mí… Me apliqué el cuento tan bien, que conocí a un programador hace 12 años y acabé casándome con él 😉.

¡Hasta la próxima entrada!

Alicia

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